Eduardo Segura que necesitamos gestionar ?
**Crítica de Eduardo Segura a la hegemonía capitalcentrista y eurocéntrica en la gestión cultural: una reflexión desde la educación y el arte**
Inspirado en los principios de educadores críticos como Paulo Freire, Eduardo Segura plantea una visión profundamente crítica de la gestión cultural contemporánea, argumentando que esta opera bajo una hegemonía capitalcentrista y eurocéntrica. Al igual que Freire denunciaba las estructuras educativas opresivas que reproducen las desigualdades, Segura sostiene que los gestores culturales perpetúan un sistema donde las capitales y los grandes centros urbanos son los únicos espacios validados para la creación artística. Esta centralización de poder y recursos margina y oprime a los artistas que trabajan en contextos periféricos, como ciudades pequeñas o regiones alejadas de los grandes núcleos culturales.
Freire hablaba de la "bancarización de la educación", donde los educadores simplemente depositaban conocimientos en los estudiantes sin permitirles ser agentes activos de su propio aprendizaje. Segura ve algo similar en la cultura: la gestión cultural impone un modelo que no responde a las necesidades ni al contexto de los artistas locales, sino que replica una forma de hacer arte y cultura que favorece los gustos y valores de las élites urbanas, mayormente influenciadas por modelos europeos y del primer mundo.
### Hegemonía capitalcentrista y eurocéntrica
Cuando Segura habla de una hegemonía capitalcentrista, se refiere no al capitalismo económico per se, sino a un sistema que centraliza el poder cultural en las capitales. Estas capitales se convierten en los únicos espacios validados donde el arte puede desarrollarse y ser reconocido, creando una lógica de dependencia. Esta dinámica, que también tiene raíces en el eurocentrismo, impone una visión cultural que privilegia las estéticas y narrativas provenientes de Europa o de los grandes centros de poder en lugar de valorar las múltiples formas de expresión que emergen en las periferias.
Siguiendo la línea de pensamiento de Freire, Segura destaca la importancia de liberar el arte de estas estructuras de opresión cultural. Al igual que en la educación, donde Freire proponía que los estudiantes fueran protagonistas activos de su propio proceso de aprendizaje, Segura propone que los artistas deben ser los principales agentes de su creación y gestión, sin depender de intermediarios que limitan su libertad creativa.
### Desconexión entre arte y gestión
Segura observa que las propuestas de los gestores culturales a menudo no sólo están desconectadas de las realidades de los artistas, sino que imponen modelos de gestión que resultan insostenibles. Un claro ejemplo es la tendencia a proponer líneas de crédito o asociaciones civiles que, en teoría, deberían apoyar el arte, pero que en la práctica crean más barreras. Como menciona Segura, la intervención de abogados, contadores, diseñadores y políticos en la gestión del arte no hace más que alejarlo de su verdadera esencia.
Freire defendía una educación que estuviera al servicio de la emancipación de los pueblos, una educación que estuviera vinculada a la realidad del educando y que les permitiera ser sujetos de su propia transformación. Siguiendo esta lógica, Segura argumenta que la gestión cultural debe estar al servicio del arte, no imponiendo estructuras ajenas, sino permitiendo que los artistas locales gestionen y organicen sus propios espacios, desde su propio contexto y con los recursos que tienen a su disposición.
### Descentralización y emancipación artística
Al igual que Freire proponía una pedagogía de la liberación, Segura aboga por una gestión cultural que permita la emancipación de los artistas, liberándolos de la dependencia de las estructuras centralizadas. En ciudades como Paraná, Segura destaca que en sus 30 años de carrera jamás ha sido convocado por un gestor cultural o político para desarrollar proyectos significativos. Esto evidencia, según él, la desconexión total entre las políticas culturales y las realidades de los artistas que no están en las grandes capitales.
El arte, según Segura, debe recuperar su libertad y autonomía. Para ello, es crucial desvincularlo de una gestión que impone restricciones basadas en modelos externos y comenzar a fomentar espacios de creación que estén profundamente enraizados en las necesidades y capacidades de los artistas locales. De este modo, se promueve un arte más inclusivo, auténtico y relevante, donde los artistas no sean espectadores pasivos de decisiones ajenas, sino agentes activos de su propia producción cultural.
### Conclusión
Siguiendo la línea de pensamiento de Paulo Freire, Eduardo Segura sostiene que la hegemonía capitalcentrista y eurocéntrica en la gestión cultural reproduce desigualdades y margina a los artistas que no están alineados con los centros de poder. Al igual que en la educación, donde Freire abogaba por una pedagogía de la liberación, Segura plantea la necesidad de una gestión cultural que permita a los artistas ser los protagonistas de su propio proceso creativo y organizativo. Solo a través de la descentralización y la emancipación del arte se podrá liberar su verdadero potencial.
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